viernes, 29 de marzo de 2013

Algo que quiero comentaros....

    ¡Hola, buenas! Como ya sabréis soy nueva por aquí y he hecho lo que he podido para conseguir seguidores/as.... sin el resultado esperado. Si alguien me pudiera decir la cable estaría agradecida, ya que no se realmente que es lo que hago mal. Y me gustaría corregirlo, para que este blog fuera lo que mi cabeza tiene ahí revoloteando en el apartado de DESEOS. 
     Todo el mundo tiene uno, y cuando llega aquí espera algo: que al menos las personas que se molestan en entrar, también se molesten en dejar un comentario, por ínfimo que sea.

    Así que os pido por favor, encarecidamente, que aquellas personas que entran en mi blog y leen cada capítulo que subo con mucho cariño e ilusión, dejen un comentario bajo éste. No lo hago por el hecho de decir: "mira cuantos comentarios, soy la mejor". Para nada. Simplemente es para saber cuantas personas están siguiéndome, si les gusta, si no les gusta, que opinan de esto, de lo otro. Realmente me importa muchísimo vuestra opinión. No quiero que simplemente se me alabe, quiero saber la verdad.
    Una vez oí por ahí lo siguiente: "Prefiero una crítica constructiva que un silencio".

     Se trata de un toma y daca: yo invierto unos minutos de mi tiempo para escribir y subirlo aquí, y las personas que lo leen invierten otro pedacito de su tiempo en mostrar su opinión. Realmente no sé los motivos -cada cual tendrá el suyo- pero hay manera de dar tu opinión con un simple click del ratón (para aquellos/as a los que les de vagancia escribir).

   
Sé que lleva su tiempo leerse la historia, así que me lo tomaré con calma y perdonad si algo os ha parecido impropio.

Un saludo y un beso

María

jueves, 28 de marzo de 2013

Capítulo 6º

     No. No podía ser real lo que estaba viendo. Sus ojos y su mente la estaban traicionando. Era totalmente imposible que el amor de su adolescencia, un ser cuya bondad y cariño hacia el prójimo no tenían límites, ahora fuera un vampiro. Edgar, un chico de su mismo pueblo con el que había pasado ratos maravillosos durante su vida humana.

    Había llegado una calurosa tarde de verano cuando ambos tenían 15 años. Tras la muerte de sus padres, por un lenta y dolorosa enfermedad, había acabado en casa de sus tíos, unas casas más allá de donde Anette vivía con su familia. Al principio se mostraba tímido y asocial, pero una tarde se conocieron de la manera más fortuita e inesperada que podrían imaginar.
    Mientras Anette se daba un refrescante baño en un río cercano a su casa, Edgar paseaba por los alrededores, conociendo en lugar donde tendría que pasar el resto de su juventud. El sol resplandecía como nunca y los pájaros cantaban una alegre melodía. Fue entonces cuando vió unas ropas a la orilla del río, era un joven muy curioso por lo que se acercó a ojear. Justo en ese momento en el que se acercó, Anette salió del agua, cual diosa de los mares agitando su rojiza melena, iluminada por los finos rayos de sol que se colocaban entre las ramas de los árboles que al lado del río habían crecido. En cuanto sus miradas se cruzaron ambos se asustaron,  sobretodo él por lo gritos de la chica, al verse completamente desnuda frente a un desconocido. Tapándose como podía con la manos volvió a meterse en el agua.

-Lo siento. Discúlpeme, por favor.- dijo, avergonzado, mientras se daba la vuelta para no verla.
-¿A caso sois una especie de degenerado mirón o algo así?- contestó Anette, desde el agua.
-No, señorita. Solo estaba paseando y... bueno, os encontré a vos.
-¿Podríais.... acercarme mi ropa?
-Claro.
-¡Pero no miréis - apuntilló Anette, mientras el joven Edgar cogía sus ropas del espaldas y se las acercaba.- Gracias.- dijo, una vez tenías su ropa en la mano.
   
     Una vez estuvo vestida, se acercó a él y decidió presentarse. - Ya podéis daros la vuelta. - Cuando lo vió, más detenidamente, su corazón sufrió un vuelco. Había conocido a aquel muchacho de lejos, pero jamás lo había tenido tan cerca como en ese momento. Tenía unos preciosos ojos marrones, que te llegaban al alma y unos carnosos labios rosados a los cuales apetecía hincar el diente. Su pelo era castaño y cortado bajo los cánones de esa época. Su tez, dorada por el trabajo en el campo, no tenía una sola imperfección. Más que un campesino, parecía una figura de porcelana que había cobrado vida, pensó. Era poco más alto que ella. - Soy Anette.-  El chico le tendió la mano derecha y la ayudó a subir por la pendiente que conducía al caudal del rió, acercándola aún más hacia él.
-Es un nombre precioso.- dijo, volviendo su voz un poco más ronca. - Yo me llamo Edgar.

    Anette sonrió ruborizada sin poder evitarlo. Caminaron por el bosque durante varias horas, hasta que las ropas y el pelo de la muchacha se hubieron secado. Hablaron y rieron. Entre ellos existía tal conexión que parecían haberse conocido hace años. Los días se sucedieron, y las semanas iban pasando, los meses, los años.... Entonces Edgar y Anette eran dos almas inseparables y irrevocablemente enamoradas. Los lejanos campos de trigo eran su escondite. Allí podía correr delante de Edgar sin que sus padres pusieran el grito en el cielo por el esfuerzo que aquello suponía para su débil sistema respiratorio, pero le daba igual. Tras cualquier ataque, allí estaba él para ofrecerle el aire que necesitara.

-Algún día te convertiré en mi esposa.- dijo Edgar una tarde, mientras tumbados en un verde prado intentaban darle formas a las nubes que pasaban sobre ellos. - Sé que a tu padre no le gusto, por el tema de las desavenencias con mi tío, pero me aceptará. Tarde o temprano.
    Anette giró la cabeza y lo miró con ternura. - Eres un soñador. Mi padre jamás te aceptará como mi esposo, simplemente por el hecho de no tener que emparentar con tu tío. - Aunque en aquel momento se lo tomó a gracia, era algo que le preocupaba enormemente. Sabía que aquel muchacho era el hombre con el que quería formar una familia, irse lejos y pasar el resto de sus vidas. Nadie la conocía como él ni ninguno la había respetado de aquella manera. La hacía sentirse deseada y especial, pero todo dentro de unos límites de respeto y admiración.
    Y ese día fue la última vez que lo vió. Horas después se encontraría con aquel oscuro ser en el bosque que la convertiría en lo que era entonces, una Bellum. Los días sucesivos los pasó en casa, supuestamente algo enferma, no sabía hasta donde sería capaz de llegar y no quería hacerle daño. Al poco tiempo desapareció del pueblo y su vida cambió por completo.


- Edgar.- dijo con un fino hilo de voz.- Se separó de él y bajó la mano en la cual sostenía la daga. - Creía que.... estarías muerto.
-Bueno, digamos que muy vivo tampoco estoy.- contestó colocándose la chaqueta. - Ahora estaba diferente, su mirada ya no era dulce y tierna, sino fría y despiadada. Llevaba el pelo de otra forma, cortado con flequillo, y se había puesto un pendiente en la oreja. Se separó de la pared y la rodeó con un andar recto y dominante, mientras la observaba de arriba abajo. Mientras, ella intentaba seguirlo por el rabillo del ojo, pero se quedó estática en aquella posición. No sabía porqué, pero no podía moverse. - Vaya, vaya, vaya. Veo que no has cambiado mucho, Anette.
-Ojala pudiera decir lo mismo.- contestó ella. Negaba con la cabeza, mientras lo miraba. Realmente no podía creer que aquel ser fuera Edgar, su primer y único amor. Muchos hombres habían pasado por su vida y por su cama, como es de suponer, pero jamás había podido olvidarle. Ni un solo instante había salido de su cabeza aquel chico que había llenado de felicidad su vida. - No puedo creer que te hayas convertido en esta...- Escoria, iba a decir, pero lo pensó dos veces. Para ella seguía siendo él, no le salía hablarle de aquella manera.
-Sin embargo tu cambio a sido a mejor.- dijo con una maligna sonrisa.- Ninguno te auguraba que llegaras a los 20, con todos esos problemas respiratorios....- Anette lo miró ofendida, mientras sus ojos echaban chispas.- Discúlpame, eso ha sido demasiado cruel, hasta para mi.
-Eres despreciable. - dijo, con los ojos entrecerrados. En ese momento percibió que Edgar recibía una especie de señal telepática de alguno de los suyos. La miró y se esfumó, desvaneciéndose en una nebulosa de color negro.
-¡Maldito imbécil! - dijo en voz alta. Se quedó unos minutos allí sola, intentando conciliar los sentimientos encontrados que la repentina aparición de Edgar como uno de sus enemigos despertaban en ella. Siempre lo había visto y recordado de una manera que ahora sería difícil de olvidar. Aquel ser no era Edgar. Nunca más.

     Salió del callejón y caminó hasta el local donde se encontraría con sus amigos. Pagó la entrada y, después de estamparle el cuño con el logotipo de la discoteca en el dorso de la mano izquierda, entró. Aquello apestaba a vampiro por todos los lados, le resultada un hedor insoportable. Sentado en un sofá y acompañado por dos mujeres vampiros -las cuales no tenían idea de que se encontraban con un Bellum- se encontró a Marc. Su táctica era "primero ligar y después matar". Con un movimiento de cabeza le indicó que se acercase a ella. El chico se levantó, tras disculparse con sus acompañantes, y se acercó a Anette.

-¿Y las chicas?
-Maggie está fuera, acaba de salir ahora mismo con un chupasangre y Coco también anda por ahí, no lo sé.-Dió una vuelta por la discoteca y al no encontrarse con ninguna de las dos se sentó en la barra. Pidió un whisky y se puso a meditar. ¿Como iba a acabar con la vida de Edgar? Las fuerzas le flaquearían y sería incapaz de hacerlo. Sin embargo, su naturaleza la inducía a hacerlo y contra eso no podría luchar. Ambos estaban hechos para matarse. ¡Menudo dilema!, pensó para si, mientras se tomaba la copa de un trago y posaba el vaso sobre la barra otra vez.


CONTINUARÁ.....

sábado, 23 de marzo de 2013

Algo sobre mi. I

Todas las historias, relatos o como queráis llamarlos, que llevo escribiendo desde hace bastantes años tienen una banda sonora.
Otra de mis pasiones, a parte de escribir, es la música. ¡Me apasiona! Es por eso que siempre hay una canción que relaciono con cada una de ellas. Realmente, existen canciones para cada escena. No puedo escribir sin música, siempre tengo que tener algo puesto de fondo. Ya sean unas leves notas de piano, una canción más movida o más relajada....algo. Eso me inspira y me ayuda a que las palabras fluyan solas de mi mente a mis dedos, y de éstos al ordenador. Creo que este hecho está influenciado por las películas y las series de televisión, donde todo momentazo tiene su música de fondo. Hace que un momento especial, lo sea el doble, o que un momento de intriga y emoción resulte aún mas emocionante.
Cuando tenía el fotolog, me gustaba pegar los links de las canciones con las que escribía determinada escena, proporcionándoles a mis lectoras (todas eran chicas) una música de fondo que hacía que el momento de la lectura de ese párrafo fuera especial.

En fin, después de divagar por aquí un poco os dejaré el link de la banda sonora de esta historia. Espero que os guste.

http://www.youtube.com/watch?v=hQNRh6juLyM


Un saludo,

María.

P.D. En lugar de subir capítulo nuevo hoy, lo hice ayer. Ahora que ya acabé los exámenes y empezaré mis prácticas en la empresa hasta Junio, creo que tendré más tiempo para escribir y subir los capítulos con menos separación de días entre ellos. =)

viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 5º


     El pueblo donde se desarrolla nuestra historia, Ewell, se encuentra en el condado de Eptom y Ewell en Surrey, al límite sur de Londres.
     Después de haber vivido en casi todos los pueblos de Reino Unido, se habían quedado en Ewell más de lo acordado en principio. Era un lugar tranquilo, donde cada cual se preocupaba por sus problemas, no por los del sus vecinos. La mayoría de la población se dedicaba a la minería en las minas de sal de condado y al sector servicios, ya que el turismo iba en aumento con el paso de los años.
     Aunque su transformación se produjo cuando tenía 17 años, Anette había madurado fisicamente hasta alcanzar la edad de 27 años, por lo que sus vecinos y conocidos le tenían por una joven de esa edad aproximadamente. Por esa razón, no podían permanecer en un mismo pueblo demasiados años. Todos envejecían, salvo ellos.

    Mientras limpiaba su chaqueta negra de cuero, colgaba sobre su percha en uno de los pomos de su armario, vió pasar a Coco por el pasillo.
-¡Hey, forastera!- dijo, mientras se acercaba a la puerta. - Hace días que no se te  ve el pelo.
- He estado... por ahí.
-Lo sé. ¿Que ocurre?
-¿Enserio, Anette? Has metido a vivir con nosotras al ser que, probablemente, más detesto en la vida y se supone que tiene que parecerme bien y tengo que estar como siempre.
-Coco, eso pasó hace mucho tiempo. Era solo un hombre, nada más. Tienes que aceptar de una vez que la escogió a ella en ese momento. - Coco no pareció conforme con las palabras de su amiga, esperaba más apoyo por parte de Anette, pero ahora sentía que ésta estaba mas unida a Margaret realmente. Anette sabía lo importante que había sido aquel hombre, que las tres habían conocido hacía muchos años, pero que por aquel entonces, aunque Coco le mandara señales de cortejo, el chico prefirió a Margaret, lo que la joven francesa no pudo olvidar. Se lo tomó como una traición por parte de la mujer, en lugar de una libre elección de Wilden. - Vamos, Coco. Hazlo por mi. Hace muchos años que no la veo y... también la necesito aquí conmigo. Sobretodo ahora, es mi más antigua amiga.

     Después de la charla, bajaron a la sala de estar, donde acababa de entrar Margaret con un bonito ramo de rosa rojas. - Me gustan las rosas.- dijo con una sonrisa.- Siempre me han gustado.- Y las miró con nostalgia. En ese momento, un hombre joven se materializó detrás de Coco y Anette. - ¡Oh, tenemos visita!
     Las chicas se giraron, descubriendo quien era la visita. Marc, uno de los chicos que solían salir con ellas de cacería.  De melena oscura y penetrantes ojos marrones, había aparecido una noche sin más en el pueblo. Justo a tiempo pensaron ellas, ya que consiguió equilibrar una pelea contra los vampiros, con resultado final de una gran victoria para si.        
     Aunque era bastante rebelde, y prefería hacer las cosas solo, a su manera, no dudaba en echarles un cable cada vez que creía que la necesitaban. Proporcionándoles informaciones cruciales casi con primicia. ¿Como se enteraba de todo? Marc nunca revelaba sus fuentes.

-¡Vaya! Dichosos los ojos, Marc. Tú por aquí.- dijo Coco con simpatía. Aunque parecía que no se llevaban demasiado bien por las puñaladas que le lanzaban mutuamente, le tenía cierto cariño y simpatía.
-Os traigo algo calentito.- dijo, haciendo caso omiso a lo que su colega había dicho. - ¿Quien es vuestra amiga?- preguntó, mirando a Margaret con una seductora sonrisa de medio lado, desviándose del tema principal.
-Es Maggie, una buena amiga.- dijo Anette.- Ha venido desde Nueva Orleans, se quedará un tiempo.
-Un placer.- dijo el chico, acercándose a la mujer y besándole el dorso de la mano con cortesía, como buen caballero medieval. Maggie sonrió complacida.
Anette rodó los ojos y finalmente dijo tras un suspiro: -¿A que has venido, Marc?
- ¿Conocéis las últimas noticias?
-No, amo de la información.- dijo Anette con gracia. - Sorpréndenos con tu sabiduría, ¡Oh , gran Marcus!
-Muy graciosa. En tu línea, Anette. Me alegro que ya estés mejor. Resulta que ha llegado una nueva orden de vampiros a Ewell.
-¿Que? ¿Enserio?- preguntó Coco con ciertas perplejidad.
-Vienen desde Blackpool, al norte. Y, he de añadir, que vienen bastante guerreros. Quieren hacerse con el control del condado.
-Pues se lo vamos a poner bastante difícil.- Añadió Margaret.
-Saldremos esta noche.- Apuntilló Anette, quien tras la desaparición de Christopher parecía haberse quedado al mando.

     Los vampiros solían salir por las noches, así que las horas más cruciales surgían a partir del atardecer.  Éstos confiaban en su desconocimiento a cerca de su llegada como baza, se equivocaban. Aquella noche se prepararon hasta los dientes. Por su parte, Anette cogió sus dos armas favoritas: por un lado su Daga de mano izquierda,  fabricada en España en el siglo XVI; era de hoja maciza y ancha, de un solo filo y con profundas hendiduras recortadas en la parte superior del dorso para frenar el ataque y romper la hoja del adversario. Se sostenía con la mano izquierda, como habréis podido suponer.
      Como suplemento el Mangual, el cual deriva de un instrumento de agricultura utilizado para desgranar los cereales y legumbres y que con el tiempo pasó a ser un arma de defensa. También servía para rebanar cabezas. Consta de un mango para cogerlo, que se une a la cabeza, reforzada muchas veces con pinchos de metal con cadenillas que la hacen más flexible. Su origen se remonta a la época romana. 
     Se miraba al espejo de su habitación, mientras guardaba las armas entre sus ropas. Aquella noche marcaría un antes y un después en sus vidas. Tenía ese presentimiento. Siempre había tenido un sexto sentido, que con su condición de Bellum se acentuaba aún más. 

-¿Estás lista?- le pregunto Marc, tras materializarse a su lado.
-¿Acaso no sabes usar las escaleras o la puerta? - preguntó molesta.
-Si puedo hacerlo así, ¿para que voy a usarlas?
Anette resopló.- Sí, estoy casi lista. - Marc bajó la vista y la miró a los pies. Aún estaba descalza.
-Pues ponte tus botas de matar nazis y vámonos.

      A lo que el chico se refería era a una botas Doctor Martin de color azul marino que tenía desde la década de los 90. Con un gesto de la mano, las botas aparecieron en sus pies. Atadas y relucientes. -¿ Así está bien?- preguntó Anette con una ligera sonrisa. Sabía que a Marc le encantaba ser un Bellum y usar todos y cada uno de los poderes de los que disponían. 
    Salieron por separado, vigilando todos y cada uno de los recónditos lugares del pueblo. Su meta era reunirse en uno de los locales más concurridos del Ewell. Era sábado, por lo que los vampiros se podrían las botas con los jóvenes desenfrenados de las discotecas y bares del lugar.

    Caminaba por las oscuras y poco transitadas calles, cuando Anette vió algo al final de un oscuro callejón. Sin duda era uno de esos crueles y despiadados vampiros. Corrió hacia el lugar, llena de furía por los ahogados gemidos de dolor de la joven a la que estaba atacando. De un puñetazo consiguió hacerlo volar unos metros y estamparlo contra una de las paredes de ladrillo. Miró a la joven, la cual se desangraba por el cuello sin remedio. Agonizó durante unos segundos hasta que finalmente murió. El vampiro se levantó del suelo, entre las sombras solo visualizaba una esbelta figura masculina. 

-Estúpida, Bellum. - dijo, mientras se limpiaba con la mano derecha la sangre de la barbilla. - Me has estropeado el festín. Muerta, su sangre ya no sabe igual.- Con una fuerte patada de kárate la lanzó al otro extremo del callejón.- ¡Morirás por ello!- le gritó. Anette se levantó con rapidez y cuando el vampiro se acercó corriendo a ella consiguió placarlo. Lo cogió por el cuello y lo acercó a la pared con brusquedad. Una de sus manos empuñaba la daga, dispuesta y preparada para el cuello de aquel chupasangre. Fué entonces cuando la luz de la luna lo iluminó parcialmente. Se quedó paralizada al ver aquel rostro tan conocido. 

-No puede ser.- dijo en voz alta.- No puedes ser tú.

CONTINUARÁ....


sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 4º


    Aunque estaba muy asustada y confundida quería saberlo todo a cerca de lo que aquel hombre decía. Si ya no era humana, quería conocer que le depararía la vida a partir de ahora. Siempre se había imaginado a aquellas criaturas de los cuentos que le contaba su padre antes de dormir. Seres que, de pequeña, creía realmente que existían entre ellos, pero que sin embargo cuando creció empezó a pensar que solo eran eso, cuentos y leyendas. Aún no se creía que ahora era una de ellos.

-Estaré encantado de contártelo todo.- contestó Christopher, mientras se sentaba en lo que quedaba de un árbol talado. - ¿Por donde empiezo?- dijo para si mismo, después de soltar una bocanada de aire.
-Si todo esto es real, - le interrumpió Anette.- ¿Que se supone que somos? ¿Estamos vivos, muertos..?
-Muertos.- contestó con seriedad. El rostro de la chica se desencajó por completo y palideció - Cuando un Bellum te besa....su esencia entra en tu cuerpo y lucha contra tu alma durante un tiempo, hasta que al final ésta es derrotada. ¿No has notado el cambio a lo largo de los días?
-Sí. Es como si....mi enfermedad desapareciera. Estoy mas fuerte que nunca. Estoy...bien.- contestó, mientras se quedaba pensativa mirando al suelo, como si no se creyera que se sintiera mejor siendo una Bellum, en lugar de una mortal cualquiera.
-Tus poderes y habilidades irán mejorando con el tiempo. Estás hecha para la lucha, es tu naturaleza a partir de ahora.
-Pero yo no sé luchar. He sido criada y educada para ser una buena esposa y madre, una ama de casa.
-Yo te enseñaré. La materia prima la tenemos, solo necesitamos la práctica. Eso sí, tendrás que venirte conmigo. Ahora. - le espetó sin dilación alguna.
-¿Estás demente? No....no puedo abandonar a mi familia así como así.
-Los humanos no pueden saber que existimos. No deben conocer nuestros poderes ni nuestra manera de vivir. Debemos vivir unidos, entre nosotros, pero separados de ellos.- Vió como la bella Anette más compungida que nunca intentaba ocultar sus lágrimas entre las sombras del bosque, pero sus ojos lo detectaban todo. Hasta lo más mínimo. La agarró por debajo de los hombros y la acercó a él para mirarla a los ojos.- Mírame. Yo cuidaré de ti, no tienes nada que temer. Pronto te acostumbrarás.
-No puedo abandonarlos.- dijo con tristeza. Pensar en abandonar así a sus padres a sus hermanos, tan de repente. Sin decirles lo mucho que los quería. Jamás volvería a verlos. Era devastador.
-Sí se enteran de lo que eres, vendrán a por ellos. Detrás de nosotros hay una historia muy seria, Anette. - Hizo una pausa.- Confía en mi.- ¿Acaso le quedaba otra opción? No sabía como sería capaz de guardar aquel secreto tan grande y no perjudicar a su familia. Jamás, por nada del mundo, quería que les hiciesen nada.- Vamos, tengo una casa en el pueblo de al lado.Vivo con otra Bellum, te gustará.

    Caminó con Christopher por el bosque durante varios minutos en completo silencio. Por el momento no quería saber nada más, aunque tenía aún muchas preguntas, pero había sido demasiado. Necesitaba asimilarlo poco a poco.

-Esa mujer con la que vives, ¿Es tu esposa?- preguntó cuando ya estaban llegando al pueblo.
-No, es solo...un compañera. La conocí hace varios años, pero era yo quien vagaba perdido como tú. Ella me ayudo. Me dió un hogar. Sí que fingimos ser esposos para con el pueblo, pero nada más lejos de la realidad.- Caminaron por las oscuras callejuelas del pueblo hasta que llegaron a una bonita casa de piedra de dos pisos con un pequeño jardín a su entrada. Parecía no haber nadie en su interior, ya que no se veía a través de las ventanas ningún tipo de iluminación. -¡Margaret!- gritó a su entrada. A los pocos segundos una mujer se materializó en  el recibidor, como si hubiera aparecido por arte de magia. Anette se asustó.
-¿Quien es esta chica?- preguntó la mujer de melena castaña y carnosos labios rojos como la sangre. Parecía tener la edad de Chritopher, unos treinta.
-Tenemos un nuevo miembro en el grupo.- contestó él con una sonrisa.- Se quedará con nosotros, al menos hasta que sepa defenderse por si misma.

 
 La mujer, Margaret, la miró con ternura y le dedicó una amable sonrisa. Después de presentarse la acompañó a lo que serían sus nuevos aposentos. Un pequeño cuarto cerca del comedor.

-Dormir ya no es una necesidad para nosotros, como habrás podido comprobar por ti misma, pero es bueno tener un lugar para uno mismo y su soledad. - Anette se sentó en aquel colchón forrado de paja y miró sus ropas. No había escogido lo apropiado para huir.
-Por las ropas no te preocupes, las compartiremos. - Anette sonrió levemente. - Sé que ha sido un cambio muy repentino, pero a todos nos ha pasado lo mismo. Ninguno hemos elegido ser un Bellum y luchar contra los vampiros, pero ya verás como también tiene sus ventajas.- dijo, mientras le pasaba la mano por el pelo en señal de afecto.
-¿Que más debo saber? ¿Y sí me hieren en batalla?
- Mientras no pierdas la cabeza, literalmente, todo irá bien. Los pequeños arañazos y cortes que te hagan se curarán solos. No quieras saberlo todo ahora. Ha sido una noche muy larga, poco a poco sabrás todo lo que necesites. Ahora nosotros somos tu familia.

    A partir de aquella noche no volvieron a separarse, al menos por unos cuantos años. Aprendió rápido a combatir contra los vampiros y el tiempo empezó a pasarle con rapidez. Los años parecían días y los días segundos. En la primera década del siglo XX conocieron a Coco, y pasó a formar parte de aquella pequeña y singular familia.
    Por desgracia para Anette, Margaret decidió pronto partir y cambiar de rumbo. Sus caminos se separaron. Fué algo duro, ya que para ella era como su hermana, le tenía un cariño especial y sentía que sin ella nada sería igual.

    Pensaba en todo esto mientras, sentada en su habitación observaba el atardecer de aquel día. Algo la sacó de sus cambilaciones y la devolvió al presente. Sintió la puerta de la entrada de la casa cerrarse. Después unos pasos acercándose. Su sentido la advertía de que era un aliado, así que giró para ver quien abriría la puerta de su cuarto.

-¡Margaret!- gritó al ser a su antigua amiga. Fué hacía ella a la velocidad de la luz y la abrazó. Hacía tantos años que no la veía....
-Me he enterado de lo de Christopher, ¿Como estás?
-Intentado asimilarlo como puedo.
-Siento no haber venido antes, Anette yo....
-No te preocupes.- le interrumpió.- Lo importante es que estés aquí. Miró a Coco, quien estaba apoyada sobre el marco de la puerta con cara de pocos amigos. No soportaba la presencia de Margaret por motivos que contaré más tarde. Las dejó solas y bajo a la sala de estar a seguir sacándole brillo a sus viejas catanas.

- Cuéntame, - dijo Margaret, mientras se acomodaban en un pequeño sofá de color marfil sutiado al lado de la ventana.- ¿Como pasó?
-Christopher y yo habíamos salido aquella noche sin intención de nada. Simplemente como dos amigos. Se iba a ir y....solo era una despedida. Nos los encontramos en un cajellón, nos rodearon, eran demasiados. Hicimos lo que pudimos, pero lo atraparon y...
    Margaret la miraba incrédula. - ¿A donde se iba? ¿Dejaba el pueblo?
-Sabía que estabas en Nueva Orleans y quería dejar Inglaterra para....ir a buscarte. Él te amaba Maggie. Aún lo hacía.
-Lo que pasó entre él y yo fue muy bonito, pero....necesitaba irme. Tú lo sabes mejor que nadie. Necesitaba seguir mi propio camino.

    Hablaron durante horas sobre él y todo lo que habían vivido juntos los tres. Sabían que él nunca había querido que se derrumbaran por su pérdida. Era una persona optimista y alegre.
    Bajaron a la sala de estar, donde estaba Coco, y se sirvieron una copa de vino blanco.
-¿Te quedarás?- le preguntó Anette, con cierto halo de ilusión.
-Me quedaré. - contestó con una tiernas sonrisa, típica de ella.
    Anette miró a Coco, quien parecía enfurecer por momentos. - Será genial tener otra compañera de piso.

CONTINUARÁ....

















viernes, 8 de marzo de 2013

Capítulo 3º


      No entendía nada. Todo era tan....confuso. No entendía porque ahora sus sentidos se habían agudizado, ni porque lo último que recordaba era a un hombre y ahora estaba acompañada por otro distinto y lo que era peor, no sabía de donde había salido esa dichosa marca de su muñeca.

-¿Que me has hecho?- volvió a preguntar asustada. Se levantó del suelo y se alejó de aquel hombre lo más que pudo.

- No te asustes muchacha, yo no te hecho nada. Simplemente te encontré ahí tendida y quise ayudarte.
-¿Que es esto?- preguntó exaltada, mientras se sujetaba la muñeca con la otra mano.
-Es la marca de Belona.
-¿Belona? ¿Quien es?
-Una diosa romana con muy mala...leche. - contestó Christopher, mientras se acercaba a la asustada Anette. - Ahora ya no eres humana, ahora le sirves a ella. - Estaba perpleja y su cara lo demostraba. - Verás, hace años Belona creó a un ser capaz de luchar contra los vampiros....
-Aguarda. ¿Vampiros?- le interrumpió.- Los vampiros no existen. Son leyenda.

-¡Ojala lo fueran! Son tan reales como tú y yo.
-¡Patrañas! Solo intentas asustarme. Mira, no se como has hecho esto.- dijo levantando la muñeca y mostrando la marca- pero aléjate de mi. - Se cogió la falda por ambos extremos para que no le molestase y huyó.
-¡Muchacha, aguarda!- gritó, mientras vio como se alejaba corriendo.- ¡Estaré aquí cada medianoche por si me necesitas!

     Corrió a casa a la velocidad que sus frágiles piernas le permitían, mientras sus vías respiratorias se cerraban y su corazón latía cada vez más forzado. A unos metros de ésta se encontró con su padre, William. Un hombre alto y fuerte que siempre llevaba su camisa remangada por encima de los codos y una barba espesa, donde aparecían ya varias canas.


-Anette, gracias a Dios que has llegado. ¿Donde estabas?

-Padre...- dijo con un fino hilo de voz, mientras se agarraba a él por los brazos y se desvanecía hasta quedar tendida en el suelo, inconsciente.
-¡Hija!¡Anette! Despierta.- gritaba, mientras su hija mayor yacía entre sus brazos. Como tantas veces había pasado, ya que Anette estaba enferma. Padecía una infección respiratoria, algo muy común en la Europa del siglo XVIII. Los niveles de higiene y el régimen alimenticio eran bastante pobres. La costumbre de lavarse con agua limpia era poco frecuente y la proximidad de animales no contribuía de forma positiva en absoluto. Durante su infancia la dureza de las condiciones atmosféricas se agravaba por la falta de leña. A sus 17 años nadie le auguraba una larga vida. Por lo que Anette tenía totalmente prohibido el ejercicio físico, sobretodo correr. - ¡Anna! ¡Anna!- llamó a su mujer.- ¡Corre! ¡La medicina de Anette!

         La medicina a la cual se refería no era más que unas hierbas que una curandera les vendía todas las semanas. Acercándole la planta a las fosas nasales conseguía que su cuerpo volviera a funcionar con normalidad. Al menos durante un tiempo. La enfermedad de su hija era degenerativa, nunca se curaría. Y en cualquier momento podría morir, después de un ataque. A veces eran leves, pero otras..... Apenas dormían  siempre pendientes de ella. Pendientes de si su corazón dejaba de latir. No querían que eso sucediera mientras dormían. Anette era un ser frágil, aunque intentaba hacer una vida normal, ésta estaba bastante limitada y eso hacía mella en su estado de ánimo.

     En cuanto recuperó el conocimiento, su padre la cogió en brazos y de la misma manera que a una princesa, la llevó a su cuarto, bajo la atenta mirada de sus hermanos pequeños y la metió en la cama. La arropó y le dio un beso en la frente antes de abandonar la estancia. Su hermana Brigitte, que compartía habitación con ella, la vigilaba con aquella tranquilidad e inocencia infantil de que nada le pasaría nunca a su hermana.

     Al despertarse a la mañana siguiente se sentía distinta, como con más vitalidad y energía. Parecía haber dormido durante días. Cuando bajó a desayunar sus hermanos ya estaban sentados a la mesa, mientras su madre apagaba el fuego bajo la olla que contenía las gachas que comerían. Se sentó al lado de Elisabeth, la más pequeña de 5 años. Le regaló una dulce sonrisa y Anette se la devolvió, mientras la abrazaba y le daba un beso en la cabeza. Los otros dos, Peter y Brigitte, la miraban extrañados como si vieran algo raro en ella, algo diferente.


-Toma hija, come. - le dijo su madre, mientras le servía su plato. - Debes estar hambrienta.

-Gracias, madre.- Aquella mañana fué la primera en toda su vida en la que realmente no tenía hambre. Estuvo sin apetito durante días, sin embargo se sentía bien. Como nunca.

     Normalmente ayudaba a su madre a cortar leña. Aquella vez al coger el hacha ésta no le calló al suelo. Podía levantarla con una mano como si se tratara de una pluma. La miró perpleja sin saber a que se debía aquello. La volvió a posar en el suelo y la cogió de nuevo. Otra vez la misma sensación.


-¿Le pasa algo al hacha, hija?- preguntó su madre.

-No, no, madre. Nada. - contestó.

     Durante días no dejó de darle vuelta a todo. A lo que aquel hombre había dicho. ¿Y si ya no era humana? Se miró la marca de su muñeca y pasó los dedos por sus finos trazos. Aquello estaba grabado en su piel para siempre. ¿Que le estaba pasando? Se preguntaba una y otra vez. Algo estaba cambiando en ella y quería saber el qué. Cuando sus padres y sus hermanos estuvieron dormidos, cogió su capa y salió al bosque en busca de Christopher. Recordaba que estaría allí a media noche para ella.

-Has venido.- dijo el hombre, mientras bajaba de la rama de un árbol de un salto. - Confiaba en que lo harías.

-Me llamo Anette. - dijo, estrechándole la mano.
-Es un placer conocerte.- contestó él.
-Quiero saber que me pasa. Quiero saberlo todo.

CONTINUARÁ.....



sábado, 2 de marzo de 2013

Capítulo 2º



     Unos tres siglos atrás, Belona creaba lo que sería su primera criatura inmortal, mientras su esposo, Marte, se dedicaba a otros quehaceres. Le gustaba tenerla en todo momento controlada, saber lo que hacía, en lo que pensaba y a que se dedicaba. Caminó por los largos pasillos del Panteón hasta que llegó a la sala privada de su esposa, donde le gustaba pasar su tiempo libre. Abrió las pesadas puertas y entró.
Se la encontró entonces observando lo que parecía un útero gigante suspendido en el aire. Dentro había lo que parecía un feto ya bastante desarrollado, con la apariencia física de cinco años humanos.

- Belona, ¿Que estás haciendo?- preguntó perplejo, mientras se acercaba a ella con firmeza.
- Estoy cansada de que los vampiros ajusticien a los humanos como si ellos tuvieran en sus  frías e inertes manos el derecho a vivir o morir de éstos. - giró la cabeza y lo miró fijamente a los ojos. - Yo soy quien ordena quien muere o vive en una batalla. No esos estúpidos chupa sangre. Yo mando aquí, no ellos.
- Te has vuelto completamente loca.- contestó Marte, mientras no podía apartar la mirada del gran útero que flotaba. -¿Qué es eso?
- Esto, mi querido esposo, es lo que ajusticiará a los vampiros. Lo estoy creando a mi imagen y semejanza.
-¿Lo?
-Sí, será un hombre con los mismos poderes y aptitudes sobrenaturales que los vampiros. El único que podrá vencerlos de una vez por todas. Desde que han aparecido, la Tierra se ha convertido a un caos. Cada vez hay más y más.... es repugnante. Se alimentan de sangre humana para poder sobrevivir. Me producen nauseas.... Y esa es otra de las razones, mi querido esposo, por las que deben desaparecer.
-¿ Y como lo vas a conseguir con uno solo?
-Tiempo al tiempo, Marte, tiempo al tiempo.- contestó mientras contemplaba su creación y sonreía levemente.


De vuelta a casa con Coco, Anette no podía dejar de pensar en el momento de su transformación. ¡ Ojala hubiera tenido la opción de elegir!, pensaba para si misma, pero nadie se la había ofrecido.
 El tema de su amigo la tenía completa y absolutamente absorbida. Ya no sabía que hacer para que ese dolor y esa angustia que sentía se fueran para siempre. A pesar de que con el paso de los años los recuerdos sobre su vida humana se hacían cada vez más borrosos, aún conservaba algunos. Recordaba lo último que había hecho como tal. Su tía Alice estaba muy enferma, así que Anette caminaba más de diez  kilómetros todos los días para ir a verla. En una cesta de mimbre le llevaba comida y algunas medicinas naturales que ella misma preparaba. Todos los días volvía cuando aún era de día, ya que tenía que atravesar un profundo y oscuro bosque. Sin embargo aquel día se le hizo demasiado tarde.
Empezaba a anochecer cuando salió de la casa de su tía, por lo que se apresuró todo lo que pudo para llegar a casa pronto, donde sus padres y sus tres hermanos pequeños la esperaban para cenar. Estaba tan asustada.... oía los aullidos de los lobos a lo lejos y solo pensaba en volver a casa y acercarse a la chimenea para calentarse las manos. De pronto, algo la frenó en seco. Una de las ramas se había enganchado en su capa de lana.

- Yo te ayudo.- escuchó, y una larga y esquelética mano apareció de entre las sombras para liberarla de su trampa.
-Gra....cias. - dijo, mientras miraba al hombre escondido entre las sombras. Su rostro era perfecto, tenía el pelo castaño y los ojos azules. Le pareció el hombre más apuesto que había visto en  su vida.  Sus facciones parecían esculpidas a zinzel.
-¿Que hace una joven tan hermosa como tú en este bosque tan oscuro a estas horas?
-Vengo de.... casa de mi tía. Está enferma.- contestó, como si las palabras brotaran solas de sus labios. Su madre siempre le había dicho y repetido que no hablara con extraños, pero en esa ocasión no pudo evitarlo. Sus ojos, tenían algo que la hechizaban.
-¿Puedo acompañarte en el camino? Yo también me dirijo al pueblo.

Anette, en su despreocupada inocencia aceptó. Era mejor ir acompañada de un apuesto caballero que pudiera defenderla, pensó. Caminaron unos metros, hasta que el hombre se paró en seco. Anette se giró y lo miró. Entonces sus ojos ya no eran verdes, ahora eran grises, de un color pétreo.  Se empezó a sentir cansada y somnolienta. Sus fuerzas empezaban a flaquear. Se mareó y antes de caer al suelo, el hombre desconocido la sostuvo entre sus brazos. Tenía la sensación de que todo era irreal, como si se tratara de un sueño. Entonces el hombre se acercó a sus labios y la besó, pero no fue algo dulce, sino que sintió como su cuerpo se quemaba por dentro, y entonces la oscuridad la invadió.

Cuando despertó, lo primero que vió fue la luna llena en el cielo, completamente despejado y casi carente de estrellas. Únicamente esa enorme luna de invierno. Se sentía rara, como si algo hubiera cambiado en ella. Se llevo la mano a los ojos y los frotó, intentando enfocar la vista.

- Pensaba que nunca te despertarías. - olló decir a su lado. Giró la cabeza y vió a un hombre sentado en un tronco, pero no era el mismo de antes, era otro distinto. Este tenía el pelo tan negro que se confundía con la noche y unos grandes y redondos ojos verdes, tan iluminados por el resplandor de la luna que parecían brillar. Se irguió, apollándose en sus hombros y preguntó: - ¿Quien eres?
-Me llamo Christopher, pero esa no es la verdadera pregunta.
-¿Que hago aquí? ¿Que ha pasado? - preguntó, aún aturdida.
-Sí, esa está mejor. Si observas el tatuaje en tu muñeca podré explicártelo.
-¡Yo no tengo nada en la....!- dijo, mientras levantaba el brazo izquierdo y observaba como en su muñeca aparecía la marca de una espada. -¿ Que.... que es esto?- preguntó asustada.

Continuará.....